El amor es una de las emociones más profundas que experimenta el ser humano. Poetas, músicos y artistas han intentado describirlo y plasmarlo en sus obras durante siglos.
Pero ¿de dónde surge realmente este sentimiento? ¿Del corazón, símbolo universal del amor, o del cerebro, el centro de nuestras funciones cognitivas? La ciencia nos da algunas respuestas sorprendentes.
Neurobiología del amor
Contrario a la creencia popular, el órgano principal involucrado en el amor es el cerebro, no el corazón. A nivel cerebral, el amor activa diversas regiones que liberan neurotransmisores y hormonas responsables de las emociones y sentimientos asociados a este fenómeno. (Fischer et al., 2012) identificaron tres sistemas cerebrales que participan en el amor romántico: lujuria, atracción y apego.
El sistema de lujuria está asociado a la testosterona y los estrógenos. La atracción, por otro lado, involucra la liberación de dopamina, norepinefrina y baja serotonina, lo que explica el éxtasis y la obsesión en las etapas tempranas del amor. Finalmente, el apego se relaciona con la liberación de oxitocina y vasopresina, hormonas asociadas al vínculo a largo plazo y la formación de parejas.
El papel del corazón
Aunque el cerebro juega el papel principal en el amor, el corazón no se queda atrás. Cuando experimentamos emociones fuertes, como el amor, nuestro sistema cardiovascular reacciona.
Es común sentir “mariposas en el estómago” o que el “corazón late más rápido”. Estas respuestas están mediadas por las señales que el cerebro envía al corazón y otros órganos a través del sistema autónomo.
En un estudio de (Wittstein et al.,2005), se demostró que eventos emocionales intensos pueden llevar a una condición llamada “cardiomiopatía inducida por estrés”, donde el corazón muestra síntomas similares a un ataque cardíaco.
¿Por qué sentimos amor?
Desde una perspectiva evolutiva, el amor tiene un propósito biológico claro. La atracción inicial y la formación de parejas favorecen la reproducción y la supervivencia de la especie. Así lo demuestra un estudio de (Hatfield y Rapson., 2011), donde argumentan que las emociones asociadas al amor (pasión, intimidad y compromiso) tienen funciones adaptativas que han evolucionado para resolver problemas específicos de reproducción y crianza.
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Amor y salud
Es interesante notar que el amor no solo tiene implicaciones emocionales, sino también saludables. Un estudio realizado por (Kiecolt-Glaser y Newton., 2001) sugiere que las relaciones amorosas y el apoyo social pueden mejorar la respuesta inmunológica, reduciendo así la susceptibilidad a enfermedades.
En respuesta a la cuestión inicial, amamos con ambos, el cerebro y el corazón, pero desde una perspectiva biológica, es el cerebro quien orquesta la sinfonía del amor, dictando las respuestas fisiológicas y emocionales que asociamos con este sentimiento.
Mientras que el corazón responde a las señales enviadas por el cerebro, es este último el director principal de la experiencia del amor. Como siempre, la ciencia nos ofrece una visión enriquecedora y fascinante de los fenómenos humanos más profundos.