Casi todo el mundo está consiente que no conviene tomar café por la noche si se quiere conciliar el sueño. Aquí les explicamos la razón científica de porqué el café nos ayuda a mantenernos despiertos…
La cafeína es una sustancia de origen natural que se extrae, no solo de los granos de café, sino de una amplia variedad de plantas como las del cacao, el té, las bayas de guaraná y la nuez de cola. De forma sintética se encuentra en bebidas refrescantes consideradas energéticas e incluso en medicamentos, pero ¿cómo nos afecta la cafeína a la hora de dormir? Bueno, hasta hace poco no se sabía cómo la cafeína afectaba el sueño. Pues bien, hay una explicación simple.
Al ingerir una taza de café con cafeína sus efectos empiezan a notarse a los 10-15 minutos y puede tener su efecto máximo a la media hora. Los efectos de la acción de la cafeína se notan porque actúa a nivel del sistema nervioso central, el individuo aumenta su capacidad de esfuerzo físico y mental, pasa a un estado de alerta y tiene mayor claridad para pensar, ya que se ha contrarrestado la sensación de cansancio.
Según la edad y el tipo de metabolismo, estos efectos pueden durar entre 3 y hasta 9 horas. En mujeres embarazadas, por ejemplo, el metabolismo de la cafeína es mucho más lento, con lo que sus efectos se prolongan más tiempo. En personas sensibles a la cafeína investigaciones recientes apuntan a la existencia de un gen que da lugar a la metabolización lenta de la cafeína como explicación a esta mayor sensibilidad.
La explicación científica de por qué nos quita el sueño la cafeína es que la acción de la cafeína está en la influencia sobre la adenosina, una sustancia natural producida por el cerebro que tiene como objetivo regular la actividad cerebral, es decir, la adenosina controla el estado de vigilia y cansancio del cuerpo.
Cuando se toma una taza de café, la cafeína bloquea los receptores de la adenosina, con lo que el organismo pasa a un estado de alerta, se ha bloqueado su capacidad de regular el cansancio tanto físico como intelectual, aumentando, por tanto, la capacidad de esfuerzo físico y mental. Además de estos efectos, también tiene un efecto diurético, aumenta la presión arterial y el ritmo metabólico.
Un equipo de la Universidad de Colorado-Boulder (EE.UU.) y del Laboratorio de Biología Molecular del Medical Research Council de Cambridge (Inglaterra) muestra por primera vez que la cafeína retrasa dicho reloj biológico en 40 minutos: es decir, la cafeína que contiene un espresso doble consumida tres horas antes de irnos a dormir retrasaría nuestros biorritmos en 40 minutos, lo que dificultaría nuestra capacidad para conciliar el sueño.
Por otro lado, cada persona presenta una respuesta diferente a la cafeína, cantidades tan pequeñas como 250 miligramos logran estimular de manera excesiva a algunas personas, y otras que lo consumen de manera cotidiana desarrollan más tolerancia.
Además, por vez primera, señala Kenneth Wright, «hemos visto cómo el café afecta a nuestro cronómetro celular». Porque hasta hace poco, añade este experto de la Universidad de Colorado, se sabía que la cafeína, la droga psicoactiva más utilizada en todo el mundo, alteraba los relojes circadianos en especies como las algas y moscas de la fruta, pero ahora se ha demostrado que también tiene un impacto sobre las células humanas.
En el laboratorio de John O’Neill en Cambridge se analizaron los cambios causados por la cafeína a nivel celular. Así se ha visto que la cafeína puede bloquear los receptores celulares de la neurotransmisora adenosina, que en situaciones normales favorece el sueño y suprime la excitación, aunque se trata de un pequeño estudio, tres mujeres y dos varones, la información obtenida abre el camino para analizar cómo afecta la cafeína en la fisiología humana.
Los investigadores creen que sus resultados pueden ayudar a explicar algunos trastornos de sueño-vigilia, pero también pueden ser útiles para los viajeros frecuentes, para que sepan cuál el mejor momento de tomarse un espresso cuando se va a hacer un viaje en el que se van a atravesar múltiples zonas horarias. El estudio se publica en «Science Translational Medicine».
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