El envejecimiento tiene lugar en la mayoría de los organismos multicelulares. Con frecuencia se trata de un proceso que viene acompañado del desgaste de los telómeros, alteraciones epigenéticas, pérdida de proteostasis – mecanismo que mantiene el correcto funcionamiento de las proteínas – y mutaciones de las células no reproductoras. Pero, en las plantas, el envejecimiento es complejo y está regulado por diversos factores genéticos y ambientales.
Si el envejecimiento está asociado con el deterioro del crecimiento y la diferenciación de las células, otro proceso, la senescencia, el cual desemboca en la muerte y es la última etapa del desarrollo. La muerte celular programada y la senescencia de las hojas de las plantas, tanto a nivel celular como tisular han sido estudiados ampliamente.
Sin embargo, debido a los complejos ciclos de vida de las plantas, las teorías evolutivas del envejecimiento vegetal habían sido generalmente objeto de poca atención, por lo que los mecanismos subyacentes al envejecimiento a nivel de toda la planta siguen albergando grandes misterios.
El árbol ginkgo es una de las especies arbóreas más longevas del mundo, y un grupo de investigadores se dedicó a averiguar por qué. Para realizar su experimento cortaron 34 ejemplares de ginkgo de diámetros que variaban entre los 11 centímetros y los 4 metros y medio, e identificaron que detrás de esta extraordinaria longevidad hay un cóctel de compuestos antioxidantes, antimicrobianos y hormonas.
El equipo, mayoritariamente chino, analizó los anillos de edad y la composición bioquímica de la madera y no encontró diferencias significativas entre los árboles de 20 años, los que tenían más de 200 años y aquellos que tenían más de 600.
El espesor de los anillos indica la velocidad del crecimiento de un año a otro. En los gingko estudiados, los anillos correspondientes a los años entre 100 y 200 se volvían considerablemente más finos cada año, mientras que a partir del tercer siglo la madera crecía formando anillos más uniformes.
Además, el área basimétrica del árbol, es decir, su sección a la altura del pecho humano, crecía sin parar a cualquier edad.
Generalmente las plantas arbóreas experimentan variaciones en su morfología a medida que maduran y envejecen, explica el artículo del equipo de científicos, publicado esta semana en Proceedings of the National Academy of Sciences (EE.UU.).
La senescencia se debe a factores tanto genéticos como medioambientales, pero este no es el caso del ‘Ginkgo biloba’, un árbol que puede considerarse joven a los 1.000 años y del que se conocen ejemplares aún más longevos.
Esta especie, claro está, no es inmortal —su vida puede terminar a causa de enfermedades, de un incendio forestal o de la tala— pero incluso ante las infecciones presenta una protección inmune mejorada y no hay indicios de que tenga un límite genético para vivir más.
El tamaño de la hoja del gingko, su capacidad fotosintética y la calidad de sus semillas no se alteran con el tiempo. Y, ante todo, los biólogos destacan su capacidad de seguir creciendo durante siglos o incluso milenios, que radica en el cámbium, una fina capa que en todas las especies de árboles se encuentra entre la madera y la corteza, y que contiene células madre.
Mayor información en: Li Wang, Jiawen Cui, Biao Jin, Jianguo Zhao, et al. «Multifeature analyses of vascular cambial cells reveal longevity mechanisms in old Ginkgo biloba trees». PNAS, Published: 13 January 2020.