Tragar un imán puede parecer un accidente menor. Pero cuando son casi 200, el resultado es devastador. Así lo revela un estudio del New Zealand Medical Journal, que documenta el caso de un adolescente de 13 años que perdió parte de su intestino tras ingerir decenas de pequeños imanes de neodimio adquiridos en Temu.
Este caso clínico ha encendido las alarmas entre pediatras y autoridades sanitarias. Detrás del episodio hay un patrón cada vez más común: niños y adolescentes expuestos a productos peligrosos que se venden libremente en plataformas internacionales sin controles adecuados.
Los médicos describen la historia como una advertencia sobre los riesgos invisibles que esconde la tecnología moderna. Un simple clic bastó para poner en peligro una vida. Ahora, este caso invita a reflexionar sobre el papel de la vigilancia, la educación y la responsabilidad en la era digital.
Un caso clínico que casi termina en tragedia
El joven fue llevado al hospital tras varios días con dolor abdominal intenso, náuseas y vómitos. Al principio, los síntomas parecían de una simple indigestión. Sin embargo, las radiografías revelaron algo alarmante: largas cadenas metálicas distribuidas a lo largo de su abdomen.
Según el estudio publicado en el New Zealand Medical Journal, el adolescente admitió haber tragado entre 80 y 100 imanes de 5 × 2 milímetros. Estos pequeños cilindros, extremadamente potentes, se adhirieron entre sí a través de las paredes intestinales, provocando lesiones graves y necrosis del tejido.
Durante la cirugía, los especialistas realizaron una laparotomía —una intervención que consiste en abrir la cavidad abdominal— para extraer los imanes y retirar los segmentos dañados del intestino.
En total, se le practicó una resección ileocólica y dos resecciones parciales adicionales. Aunque el joven se recuperó, los médicos advirtieron que pudo haber sido mortal si la atención se retrasaba unas horas más.
Por qué los imanes de neodimio son tan peligrosos
Los imanes de neodimio son mucho más potentes que los comunes. Su fuerza de atracción es tan alta que pueden unirse incluso a través de varios pliegues intestinales. Cuando eso ocurre, el tejido atrapado entre ellos se comprime y deja de recibir sangre, generando perforaciones, fístulas e infecciones potencialmente fatales.
Estudios recientes estiman que entre el 75% y el 87% de los casos de ingestión múltiple de imanes en niños terminan en cirugía. A diferencia de otros objetos ingeridos, como monedas o pilas pequeñas, los imanes pueden adherirse en distintos puntos del tracto digestivo, convirtiéndose en una amenaza dinámica que evoluciona en cuestión de horas.
Los investigadores también destacan un problema creciente: el acceso fácil a estos productos a través de plataformas digitales. Aunque en países como Australia y Nueva Zelanda la venta de imanes potentes está prohibida, muchas familias los adquieren sin saberlo mediante tiendas en línea extranjeras como Temu o Shein. Los controles aduaneros, en muchos casos, no detectan los riesgos asociados.
Cómo detectar a tiempo una emergencia
Reconocer los signos de una posible ingesta es clave para salvar vidas. Si un niño o adolescente traga imanes, incluso uno solo, se recomienda acudir inmediatamente a un servicio de urgencias. Los síntomas pueden tardar en aparecer, pero el daño interno avanza rápido.
Entre las señales de alerta se incluyen dolor abdominal persistente, vómito, fiebre, sensibilidad al tacto o ausencia de evacuaciones. Una radiografía suele ser suficiente para detectar los imanes, que se alinean formando cadenas o agrupaciones características. En algunos casos, los médicos realizan una endoscopia para retirarlos antes de que causen daños mayores.
Es fundamental no inducir el vómito ni administrar laxantes, ya que esto puede agravar la situación. Si la ingesta es reciente, los especialistas evalúan si es posible extraer los imanes mediante endoscopia. Si ya pasaron al intestino delgado o hay sospecha de perforación, se procede a cirugía de emergencia.
Qué medidas recomiendan los expertos
Los especialistas subrayan tres líneas de acción. La primera es la educación preventiva: explicar de forma clara a los niños y adolescentes que los imanes no son juguetes y que su tamaño pequeño no los hace inofensivos. Mostrar cómo dos imanes pueden “pellizcar” una servilleta entre ellos puede ayudar a visualizar el daño que causan dentro del cuerpo.
La segunda es la regulación efectiva. Las autoridades sanitarias y aduaneras deben reforzar el control sobre la importación de productos magnéticos de alta potencia. Según la Australian Competition and Consumer Commission, la prohibición de estos imanes ha reducido los casos locales, pero el comercio digital sigue abriendo puertas.
La tercera medida apunta al sistema de salud. Los hospitales deben contar con protocolos claros para la atención rápida de estos casos, incluyendo radiografía inmediata, evaluación quirúrgica y comunicación constante con la familia. Un diagnóstico temprano puede marcar la diferencia entre una recuperación completa y una lesión permanente.
Un caso clínico inusual: un tumor en el párpado reveló un cáncer renal avanzado.
Una llamada de atención global
El caso del adolescente que tragó imanes comprados en Temu no es un hecho aislado. En los últimos años, los reportes de ingestión de imanes potentes se han multiplicado en todo el mundo. Cada incidente representa una combinación peligrosa de curiosidad infantil, desinformación y falta de regulación en el comercio digital.
De acuerdo con el estudio del New Zealand Medical Journal, el adolescente sobrevivió gracias a una intervención oportuna. Pero no todos corren la misma suerte. La lección es clara: ningún juguete vale una vida. Los padres, educadores, médicos y autoridades deben actuar juntos para evitar que tragedias como esta se repitan.
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