Grandes cantidades de uranio se almacenan en altas concentraciones bajo tierra en toda la zona del Ártico.
Un producto de la descomposición del uranio es el gas radón. Normalmente, el radón está contenido en el suelo por capas de tierra y nieve encima.
Sin embargo, a medida que el permafrost se descongela, el gas radiactivo se filtra desde el subsuelo y se libera a la atmósfera.
Por lo tanto, el deshielo del permafrost podría exponer a la población del Ártico a niveles excesivos del gas radón, según una investigación publicada en revista Earth’s Future.
Esto a su vez, aumenta las posibilidades de desarrollar cáncer de pulmón. Según la EPA, el gas radón es el segundo mayor contribuyente al cáncer de pulmón después del tabaquismo.
Los investigadores creen que el permafrost ha actuado como una barrera protectora, impidiendo que el radón llegue a la superficie.
Sin embargo, la capa está desapareciendo debido al cambio climática, lo cual aumentará los niveles de radón en la atmosfera.
El radón es un gas radiactivo invisible, inodoro y natural. Provoca aproximadamente una de cada 10 muertes por cáncer de pulmón y afecta mucho más a los fumadores que a los no fumadores.
Esto explica por qué las comunidades subárticas tienen tasas de mortalidad más altas en pacientes con cáncer de pulmón.
El estudio analizó cómo el radón fluye a través del suelo con y sin permafrost, así como su propagación a diferentes tipos de edificios, incluidos los que tienen sótanos y los que están construidos sobre pilotes.
Los resultados muestran que tener un sótano aumenta la presencia de radón en la casa en más de 100 veces desde su valor original durante siete años si se pierde el permafrost.
Esto no solo resalta la necesidad de mantener intacto el permafrost limitando el calentamiento global, sino que también tiene implicaciones para los códigos de construcción en las áreas afectadas.
Se pronostica que, si las temperaturas en el Ártico continúan aumentando al ritmo que lo han hecho hasta ahora, para fines de siglo se derretirán alrededor de 2,5 millones de millas cuadradas de permafrost.
Eso es el 40% del permafrost total del mundo, según estimaciones de investigadores de la Universidad de Yale.
El Arctic Institute estima que, en el caso de que las temperaturas globales aumenten en 3 grados centígrados, se descongelará hasta el 85% de las capas superiores de permafrost del Ártico.
Sin embargo, las emisiones de gas radón están lejos de ser la única consecuencia de la disminución del permafrost.
El permafrost es también un reservorio natural de mercurio. Solo en la región del Ártico, se acumulan en el suelo aproximadamente 700 millones de litros de mercurio.
Cuando el suelo del Ártico se descongele debido al cambio climático, el mercurio se filtrará en el agua, será absorbido por los organismos y finalmente viajará por la cadena alimentaria hasta los humanos.
La exposición al mercurio tiene efectos negativos, y en ocasiones fatales, en la salud de los humanos, especialmente en sus sistemas nervioso, digestivo e inmunológico.
El permafrost del Ártico es, además, uno de los sumideros de carbono más grandes del mundo y contiene aproximadamente 1400 gigatoneladas de carbono.
Con el aumento de las temperaturas regionales, estos sumideros de carbono pueden ingresar a la atmósfera y aumentar aún más las temperaturas globales debido al efecto invernadero.
El deshielo del permafrost también destruirá la infraestructura del Ártico y cambiará el terreno y los ecosistemas de la región sin posibilidad de reparación.
El aumento del gas radón atmosférico es otro efecto secundario aterrador del cambio climático que se suma a la miríada de los ya existentes.
A medida que se acumula la evidencia de la fatalidad, es necesario actuar antes de que sea demasiado tarde.
Mayor información: P. W. J. Glover and M. Blouin. «Increased Radon Exposure From Thawing of Permafrost Due To Climate Change». Earth’s Future. published: 31 January 2022.