La gota ha sido explicada durante décadas como un problema exclusivo del ácido úrico elevado. Sin embargo, nuevas evidencias muestran que esta visión es incompleta. Según un estudio publicado en Nature Genetics, la verdadera raíz del trastorno es mucho más compleja.
Gracias al análisis genómico más grande realizado hasta ahora, que incluyó a 2.6 millones de personas, los científicos descubrieron factores biológicos que antes no se habían considerado. Estos resultados permiten comprender por qué algunas personas desarrollan dolorosos brotes aun con niveles moderados de ácido úrico.
Los hallazgos también ofrecen una mirada renovada sobre cómo interactúan la genética, el sistema inmunitario y los procesos inflamatorios. Esta información abre nuevas líneas de investigación y posibles alternativas terapéuticas para una enfermedad que afecta a millones.
- Leer más: Revelan cómo identificar la artritis reumatoide años antes de que aparezcan los primeros síntomas.
Nuevas bases genéticas detrás del desarrollo de la gota
Los investigadores identificaron 377 regiones genéticos relacionados con la enfermedad, de los cuales 149 nunca antes habían sido descritos. Según el estudio, estos genes están vinculados tanto al manejo del urato como a la activación inflamatoria que desencadena los ataques.
Los autores observaron diferencias importantes entre hombres y mujeres: 44 señales genéticas mostraron efectos más fuertes en varones, lo que podría explicar la mayor prevalencia en ellos. Algunas variantes también influyen en la manera en que los riñones y el intestino regulan la excreción del ácido úrico.
Además, el análisis reveló variantes que predisponen a desarrollar inflamación incluso cuando el ácido úrico no es extremadamente elevado. Esto demuestra que el riesgo no depende únicamente del nivel de urato, sino también de cómo responde el sistema inmunitario ante los cristales.
Genes implicados en la inflamación y el dolor articular
Uno de los aportes más importantes del trabajo fue identificar 22 regiones genéticas que afectan directamente los procesos inflamatorios, independientemente del urato. Entre ellos destacan genes relacionados con la vía de la interleucina‑1, el inflamasoma NLRP3 y la activación de macrófagos.
La presencia de variantes en IL1R1 e IL6R (receptores que activan interleucinas vinculadas a la inflamación) sugiere que la respuesta inmunitaria desregulada podría ser tan determinante como el exceso de cristales. De acuerdo con el estudio, estas rutas alteradas pueden amplificar la liberación de citoquinas y favorecer ataques más intensos.
También se identificaron mecanismos epigenéticos, como cambios en la metilación del ADN, que modifican la forma en que las células responden a estímulos inflamatorios. Estos procesos podrían explicar por qué algunas personas presentan brotes recurrentes incluso con tratamientos adecuados.
Un vistazo a los tejidos involucrados en la enfermedad
El análisis genómico señaló una fuerte participación de órganos como el riñón, el hígado y el tracto gastrointestinal. Estas regiones muestran expresión elevada de los genes relacionados con la gota, lo que ayuda a comprender cómo se regula la producción y eliminación del urato.
Según el artículo publicado en Nature Genetics, las rutas metabólicas también interactúan con vías inflamatorias, especialmente aquellas vinculadas al metabolismo de lípidos y a la actividad mitocondrial. Esta conexión explica por qué trastornos como la diabetes o la obesidad aumentan el riesgo de gota.
Los autores destacan que incluso tejidos no considerados tradicionalmente, como la médula ósea, pueden influir mediante mecanismos relacionados con la producción de células inmunitarias. Esto abre nuevas hipótesis sobre la interacción entre metabolismo y defensa inmunitaria.
Cómo estos hallazgos podrían cambiar el tratamiento
Con esta nueva comprensión, la gota deja de verse únicamente como un problema de exceso de ácido úrico. En cambio, el estudio muestra que es resultado de múltiples procesos biológicos entrelazados. Identificar variantes inflamatorias específicas podría ayudar a crear diagnósticos más precisos y terapias personalizadas.
Por ejemplo, fármacos dirigidos a vías como IL‑1 o IL‑6 podrían beneficiar a pacientes que no responden adecuadamente a los tratamientos clásicos. También podría identificarse a quienes tienen un riesgo genético elevado y necesitan intervenciones tempranas.
Estos descubrimientos permiten replantear la enfermedad bajo un modelo más integral, donde la genética, la inmunidad y el metabolismo contribuyen de manera conjunta al desarrollo de los ataques dolorosos.
Científicos reviven un gen perdido de hace 20 millones de años para combatir la gota.
Conclusión
El análisis genómico masivo redefine la manera en que entendemos la gota. Según el estudio, la enfermedad no se origina solo por altos niveles de ácido úrico, sino también por rutas inflamatorias y mecanismos epigenéticos que modulan la respuesta del organismo.
Este conocimiento abre una nueva era para el diagnóstico y el manejo clínico. Comprender estos factores permitirá desarrollar tratamientos más específicos, prevenir complicaciones y ofrecer una atención basada en la biología real de la enfermedad.
