La enfermedad renal, también conocida como insuficiencia renal o enfermedad crónica del riñón (ERC), representa un problema de salud mundial que afecta a millones de personas. Pese a su relevancia, una gran parte de la población desconoce sus principales señales de alerta y no acude al especialista de manera oportuna. A continuación, se describen los síntomas que muchas personas suelen ignorar y por qué es crucial prestar atención a ellos.
Detección temprana de la enfermedad renal
La identificación temprana de los signos de una enfermedad renal puede marcar la diferencia entre la progresión acelerada de la patología y el control adecuado de la misma. Estudios científicos recientes destacan que las afecciones renales suelen pasar desapercibidas debido a la naturaleza sutil de sus manifestaciones. Al contrario que en otras enfermedades con síntomas más evidentes, los problemas renales evolucionan paulatinamente y pueden enmascararse dentro de la rutina diaria del paciente.
Por esta razón, conocer los principales síntomas renales y comprender su origen fisiológico se vuelve fundamental para el cuidado de la salud. La intervención médica temprana permite retrasar la progresión de la enfermedad y, en algunos casos, mejorar sustancialmente la calidad de vida de quienes la padecen.
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Fatiga y debilidad general
Uno de los síntomas más comunes de la enfermedad renal es la fatiga intensa. Muchas personas achacan esta sensación de cansancio a factores como el estrés laboral, la falta de sueño o una dieta deficiente, sin sospechar que puede tratarse de un signo temprano de un problema renal. Según los estudios, la fatiga puede estar relacionada con el equilibrio inadecuado de electrolitos y con la acumulación de toxinas en la sangre.
La fatiga, además, puede empeorar cuando el paciente sufre anemia, una condición frecuente en las fases avanzadas de la enfermedad renal. Una producción insuficiente de la hormona eritropoyetina ocasiona niveles bajos de hemoglobina, lo que se traduce en menor suministro de oxígeno a los tejidos y sensación constante de agotamiento.
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Cambios en la orina y patrones miccionales
Los cambios en la apariencia, frecuencia y volumen de la orina a menudo se subestiman. Algunas manifestaciones incluyen:
- Orina espumosa: puede denotar la presencia de proteínas. Esto sucede cuando los riñones, al fallar, permiten que proteínas importantes, como la albúmina, se filtren hacia la orina.
- Orina oscura o con sangre: la hematuria (sangre en la orina) constituye un signo de alerta que requiere evaluación médica inmediata.
- Aumento o disminución de la frecuencia urinaria: ya sea orinar más de lo habitual, especialmente en la noche (nicturia), o experimentar dificultades para orinar, ambos casos pueden reflejar desajustes en la función renal.
Los estudios sobre la detección de la enfermedad renal señalan la importancia de no ignorar estos cambios y de solicitar exámenes diagnósticos cuando se evidencian alteraciones persistentes. Un análisis de sangre y de orina puede determinar la presencia de proteínas, sangre o elevaciones de creatinina sérica, marcadores claros de posible daño renal.
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Hinchazón en extremidades y retención de líquidos
La acumulación de líquidos en tobillos, pies o manos es un síntoma frecuente en la ERC. Este edema se produce cuando los riñones no cumplen de forma adecuada su función de filtración y excreción de líquidos, generando una acumulación que puede ser visible en diferentes partes del cuerpo.
La retención de líquidos no solo provoca incomodidad, sino que también puede derivar en dificultades para caminar o usar calzado. Además, el exceso de volumen circulante puede sobrecargar al corazón, desencadenando o agravando problemas cardiovasculares.
La asociación entre complicaciones renales y cardíacas ha sido ampliamente estudiada, resaltando que una correcta atención nefrológica y control de la presión arterial disminuye los riesgos de insuficiencia cardíaca.
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Picazón constante en la piel (prurito)
El prurito o picazón en la piel, especialmente de carácter crónico o intenso, es otro de los síntomas de enfermedad renal que a menudo se pasa por alto. Esto sucede debido a la acumulación de toxinas urémicas que irritan las terminaciones nerviosas de la piel. Aunque el rascado continuo sea una respuesta natural, el alivio suele ser pasajero y puede provocar lesiones cutáneas secundarias.
La literatura reporta que el prurito empeora en las etapas avanzadas de la enfermedad, incluso en algunos pacientes que reciben terapia de diálisis. Por este motivo, es recomendable buscar orientación profesional si se presenta picazón persistente, sobre todo cuando va acompañada de otras manifestaciones como sequedad extrema o cambios en el color de la piel.
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Náuseas, vómitos y alteraciones gastrointestinales
Las alteraciones del sistema digestivo, entre ellas las náuseas y los vómitos, son frecuentes en los estadios más avanzados de la enfermedad renal. Esta sintomatología se relaciona con la acumulación de productos de desecho en el torrente sanguíneo, que afecta no solo al sistema urinario, sino que repercute en la función de diversos órganos.
En ocasiones, estos síntomas se confunden con trastornos gastrointestinales comunes y son tratados con medicamentos de venta libre que no resuelven el problema de fondo. Investigadores señalan que la educación al paciente es esencial para reconocer cuándo la persistencia de síntomas digestivos indica una posible insuficiencia renal.
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Dolor lumbar y calambres musculares
El dolor en la zona lumbar es un síntoma que mucha gente no relaciona con la enfermedad renal, ya que puede atribuirse a problemas musculares o de columna. Sin embargo, cuando este dolor se presenta de manera bilateral y persiste, puede ser indicativo de una afectación en los riñones. Es esencial consultar al médico y, de ser necesario, realizar pruebas de imagen (ecografías o resonancias) que verifiquen el estado del aparato urinario.
Por otro lado, los calambres musculares, especialmente durante la noche, pueden asociarse a desequilibrios electrolíticos como el potasio o el calcio. Si bien estos espasmos pueden presentarse de manera aislada, su cronicidad exige una evaluación detallada. Una deficiencia en la función renal puede provocar fluctuaciones importantes en los niveles de minerales, desencadenando la aparición frecuente de calambres.
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Presión arterial elevada
La hipertensión es un factor de riesgo tanto para desarrollar enfermedad renal como para acelerar su progresión. Es común encontrar pacientes que desconocen sus cifras de presión arterial y, por ende, no toman las medidas necesarias para mantenerla controlada. El vínculo entre daño renal y presión arterial alta se retroalimenta, llevando a un círculo vicioso que empeora el estado general de salud.
El monitoreo periódico de la presión arterial y la adopción de hábitos saludables, como la reducción de la ingesta de sal, resultan fundamentales. Asimismo, combinar la dieta con la actividad física y un adecuado control médico puede retrasar significativamente la aparición o empeoramiento de la enfermedad renal crónica.
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Alteraciones en el sueño
Las dificultades para conciliar el sueño, el insomnio o la somnolencia diurna excesiva también se han asociado con problemas renales. Conforme la enfermedad avanza, la acumulación de toxinas puede perturbar la regulación de los ciclos de sueño, provocando cansancio crónico y complicaciones psicológicas como irritabilidad y depresión.
Algunos expertos señalan que la presencia de picazón crónica, calambres o la necesidad de orinar en repetidas ocasiones durante la noche también incide en la calidad del descanso. Por lo tanto, buscar una evaluación integral que considere tanto las condiciones renales como el bienestar emocional y la higiene del sueño es esencial para mejorar la calidad de vida del paciente.
En conclusión
La enfermedad renal es un padecimiento que con frecuencia avanza de manera silenciosa. Síntomas aparentemente comunes, como la fatiga, los cambios en la orina, la retención de líquidos o la picazón en la piel, pueden ser indicadores de un deterioro progresivo en la función renal.
De ahí la importancia de mantener una vigilancia constante de la salud y acudir a chequeos médicos regulares, sobre todo cuando existen factores de riesgo como hipertensión, diabetes y antecedentes familiares.
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