Durante años, los científicos han intentado entender por qué el VIH logra sobrevivir incluso cuando los tratamientos eliminan casi todo rastro del virus. Lo que han descubierto ahora cambia la forma en que comprendemos su persistencia.
El VIH no solo se oculta: elige cuidadosamente dónde hacerlo. Un nuevo estudio de Communications Medicine muestra que el virus adapta sus escondites según el órgano, infiltrándose de manera distinta en el cerebro, la sangre o el intestino. Esta habilidad de camuflaje genético podría ser la clave de su resistencia.
Comprender estos escondites diferenciados es clave para desarrollar terapias que logren erradicar definitivamente al virus y prevenir su reactivación tras la suspensión del tratamiento.
La ciencia revela el escondites del VIH
Según el estudio publicado en Communications Medicine, se analizó cómo el VIH se integra en el ADN de células humanas en diferentes tejidos. Se examinaron muestras del cerebro, sangre, esófago, estómago, duodeno y colon de personas que vivían con el virus antes de la aparición de los tratamientos modernos.
Los resultados mostraron que el VIH selecciona regiones genéticas distintas dependiendo del tejido. En la mayoría de los órganos, el virus prefiere integrarse dentro de genes activos, lo que le facilita replicarse. Sin embargo, en el cerebro ocurre lo contrario: el VIH tiende a esconderse en zonas del ADN menos activas, lo que le permite pasar desapercibido.
Esta estrategia de ocultamiento en el sistema nervioso central podría explicar por qué el virus persiste incluso en personas con tratamiento antirretroviral exitoso.
El cerebro: un refugio distinto y seguro
El estudio reveló que en el cerebro, solo el 57% de los sitios donde el VIH se integra se encuentran dentro de genes, frente al 80% en otros tejidos. Esto significa que, dentro del cerebro, el VIH prefiere esconderse en regiones más tranquilas del ADN, conocidas como SINEs (elementos nucleares intercalados cortos).
Estas zonas son menos activas en la producción de proteínas, lo que dificulta que el sistema inmunitario detecte la presencia viral. En otras palabras, el virus se esconde en los lugares donde el cuerpo no suele mirar.
Los investigadores sugieren que el entorno del cerebro, con su particular estructura y protección inmunológica, favorece esta estrategia. Esta característica convierte al cerebro en uno de los mayores desafíos para la eliminación definitiva del VIH.
Nuevo hallazgo sobre el VIH y su ADN
El análisis también mostró que el virus prefiere ciertas estructuras especiales del ADN llamadas formas no B, que incluyen giros y bucles que pueden influir en la expresión genética. Estas estructuras varían según el tejido, lo que podría explicar por qué el virus adopta estrategias distintas para cada órgano.
En el caso del cerebro, el VIH evita integrarse cerca de estas formas complejas, optando por regiones más estables. En cambio, en el intestino o el estómago, se acerca más a estas zonas, lo que podría facilitar su reactivación bajo ciertas condiciones.
Los científicos también hallaron que algunos genes, como SCN5A y TBC1D5, son puntos calientes donde el virus se integra repetidamente, independientemente del tejido. Estos genes están relacionados con funciones neuronales y metabólicas clave.
Escondites compartidos y resistencia al tratamiento
Sorprendentemente, el estudio encontró que algunos lugares del ADN eran compartidos por el virus en diferentes partes del cuerpo. Esto sugiere que el VIH no elige al azar dónde ocultarse, sino que existen sitios específicos que favorecen su permanencia a largo plazo.
El cerebro mostró el mayor número de áreas de integración repetida, lo que indica una adaptación evolutiva para sobrevivir en ese entorno protegido. Esta capacidad de camuflaje genético podría ser una de las razones por las cuales, al suspender el tratamiento, el virus logra resurgir.
Los investigadores afirman que comprender estos patrones de integración podría ayudar a diseñar estrategias dirigidas a cada tejido, un paso crucial hacia una cura funcional.
La FDA aprueba la primera inyección preventiva contra el VIH, con una eficacia del 100%.
Conclusión
El hallazgo confirma que el VIH se comporta como un maestro del camuflaje genético, adaptándose según el entorno donde se esconde. En el cerebro, se refugia en regiones silenciosas del ADN; en el intestino y la sangre, busca zonas activas para multiplicarse.
Este descubrimiento marca un avance decisivo para comprender por qué el virus logra persistir durante décadas a pesar de los tratamientos. Al revelar sus escondites más profundos, la ciencia se acerca un paso más a encontrar la forma de erradicarlo por completo.
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