Los aromas evocan recuerdos porque la relación entre un objeto y su olor se graba de una manera única y profunda en el cerebro.
Uno de los ejemplos más comunes, es al oler un plato de comida y recordar el que preparaba la mamá cuando era pequeño, transportando directamente a la infancia.
Además de despertar recuerdos, los olores pueden influir en nuestro estado de ánimo, en nuestro desempeño laboral o, incluso, reducir nuestros niveles de estrés.
Cuando entramos en contacto con un olor, las neuronas que forman las células receptoras olfativas envÃan una señal a una parte del cerebro llamada bulbo olfatorio.
Luego, esas señales se transmiten a lo que se llaman microrregiones dentro del bulbo olfatorio, donde nuevamente, diferentes microrregiones se especializan en interpretar diferentes olores, aromas o fragancias.
El bulbo olfativo va desde su nariz hasta la base de su cerebro y tiene conexiones directas con su amÃgdala (el área del cerebro responsable de procesar las emociones) y con su hipocampo (un área vinculada a la memoria y la cognición).Â
Los neurocientÃficos han sugerido que esta estrecha conexión fÃsica entre las regiones del cerebro vinculadas a la memoria, las emociones y nuestro sentido del olfato puede explicar por qué nuestro cerebro aprende a asociar los olores con ciertos recuerdos emocionales.
Si miramos las vÃas principales que recorren los órganos del sentido, como la audición o la vista, primero se trasladan a una estación repetidora llamada tálamo, antes de pasar al resto del cerebro.
Con el olfato la situación es diferente. En lugar de visitar la estación de retransmisión talámica en su viaje hacia el cerebro, la información del olfato viaja directamente al sitio principal de procesamiento, el bulbo olfativo, sin nada intermedio.Â
Esta es la razón por la que los recuerdos desencadenados por los aromas en comparación con otros sentidos se «experimentan como más emocionales y más evocadores».
Muchos de los recuerdos impulsados ​​por los olores pueden ser, además, recuerdos de la infancia porque esos años son cuando experimentamos la mayorÃa de los olores por primera vez.
Además, el olfato es el primer sentido en desarrollarse. Los bebés recién nacidos se dejan guiar por su olfato para reconocer a su madre, y calmarse con la mera presencia de una prenda suya.
Los análisis evolutivos confirman que el ser humano poseÃa, en un comienzo, una capacidad olfativa mucho mayor que la actual, cercana a la animal.
Esa habilidad se perdió con la evolución, pues ya no era vital reconocer el entorno usando este sentido, aunque sà conservamos vestigios de esa facultad.Â
Mayor información: Artin Arshamian, Emilia Iannilli, Johannes C Gerber, et al. «The functional neuroanatomy of odor evoked autobiographical memories cued by odors and words». Neuropsychologia. Published: January 2013.