Vivimos una pandemia que ha afectado a millones de personas, quebrantado innumerables sistemas de salud y economĆas y destrozado la reputación de los virus. No quiero decir que antes de conocer al SARS-CoV-2 los virus fueran santos de nuestra devoción.
La sociedad ya los reconocĆa como los responsables de enfermedades como el sarampión, la hepatitis y el sida. Hoy por hoy, sin embargo, el miedo y la furia contra estos microbios parecen mĆ”s grandes que nunca.
AquĆ intentarĆ© aclarar que no todos los virus son malos. De hecho, en nuestro laboratorio trabajamos con virus que pueden algĆŗn dĆa salvarnos la vida. Se llaman bacteriófagos.
Antes de explicar qué hace a los bacteriófagos nuestros aliados, revisaré tres de sus similitudes con otros virus:
- Su estructura es bastante simple. No son mĆ”s que unas cuantas hebras de material genĆ©tico protegidas por una carcasa hecha de proteĆnas.
- Es difĆcil considerarlos vivos. Por sĆ solos, los virus son incapaces de multiplicarse. Necesitan atacar y secuestrar una cĆ©lula.
- Son muy quisquillosos. Cada virus es capaz de infectar solamente a un tipo muy reducido y especĆfico de cĆ©lulas.
En esta Ćŗltima caracterĆstica radica la principal diferencia. Los bacteriófagos no pueden infectar cĆ©lulas humanas. Ellos, exclusivamente, matan bacterias.
Bacterias y resistencia a antibióticos
Las bacterias también son organismos microscópicos, pero son mucho mÔs complejos que los virus. Aunque son responsables de una amplia gama de infecciones, suponen una especial preocupación en el ambiente hospitalario.
La enorme mayorĆa de infecciones asociadas a la atención en salud son causadas por bacterias: desde infecciones de heridas quirĆŗrgicas a aquellas del tracto urinario y el torrente sanguĆneo. Cuando un paciente hospitalizado adquiere una infección bacteriana, sus probabilidades de fallecer aumentan drĆ”sticamente.
Hasta hace un par de dĆ©cadas las infecciones bacterianas no resultaban preocupantes. Con la dosis adecuada del antibiótico correcto, los pacientes emprendĆan una rĆ”pida recuperación.
Una de las amenazas mÔs grandes a las que el mundo se enfrenta actualmente es la resistencia a antibióticos. Las bacterias se han vuelto capaces de resistir hasta nuestros antibióticos mÔs potentes. Necesitamos nuevas estrategias para ayudar a pacientes con estas infecciones. Aquà entran los bacteriófagos.
Fagoterapia: el enemigo de mi enemigo es mi amigo
ParecerĆa una escena sacada de una pelĆcula de ciencia ficción. Supongamos que un paciente hospitalizado sufre una infección bacteriana generalizada. Se encuentra en cuidados intensivos, en estado de coma, y sus mĆ©dicos han agotado los posibles tratamientos antibióticos. El pronóstico es desalentador.
Una última esperanza: el equipo médico propone administrar billones de virus directamente a la circulación del paciente. Pero no cualquier virus: bacteriófagos que han sido cuidadosamente seleccionados en el laboratorio para matar a la bacteria que estÔ infectando al paciente.
Tras pocos dĆas de tratamiento, el paciente despierta. Los virus estĆ”n ganando la batalla a las bacterias. El enemigo de mi enemigo es mi amigo.
En los Ćŗltimos cinco aƱos, mĆŗltiples variaciones de esta historia se han publicado en las revistas cientĆficas mĆ”s importantes. Los casos incluyen infecciones en los huesos, prótesis, implantes y heridas, ademĆ”s de neumonĆas, sepsis e infecciones urinarias. Hasta las bacterias mĆ”s peligrosas y resistentes, segĆŗn la Organización Mundial de la Salud, han sucumbido en casos puntuales a los bacteriófagos.
Aliados antiguos, versƔtiles y prometedores
Aunque la fagoterapia celebró hace poco su primer centenario, nuestro interés en ella ha crecido exponencialmente en la última década, debido principalmente a la emergencia de la resistencia a antibióticos. Una nueva ola de descubrimientos ha dejado en claro que los bacteriófagos son aliados versÔtiles y prometedores.
Por ejemplo, en enero del 2022Ā publicamos nuestra observación de bacterias que pueden volverse resistentes a la fagoterapia. Reportamos, sin embargo, que cuando lo hacen pierden la resistencia que solĆan tener a varios antibióticos.
Concluimos que con los bacteriófagos correctos podemos poner a las bacterias entre la espada y la pared. Combinar bacteriófagos con antibióticos podrĆa extender nuestro arsenal terapĆ©utico.
Por otro lado, grupos de investigación exploran el diseño de cócteles de bacteriófagos. Al mezclar varios virus en una sola preparación, podemos mejorar su espectro de acción.
Otros, estudian proteĆnas especĆficas producidas por bacteriófagos. Usar solamente estas proteĆnas, en lugar del virus entero, podrĆa facilitar su producción a gran escala.
Usando tĆ©cnicas de bioingenierĆa, cientĆficos han logradoĀ modificar bacteriófagos para que ataquen bacterias contra las que no se han podido aislar virus naturales⦠Y la lista sigue creciendo.
El futuro de la fagoterapia
Mientras mÔs descubrimos acerca de los bacteriófagos, surgen mÔs preguntas que debemos responder con respecto a la fagoterapia.
Los casos clĆnicos individuales exitosos son alentadores, pero necesitamos establecer ensayos clĆnicos controlados a gran escala. A marzo del 2021, estĆ”n activos al menos 12 ensayos clĆnicos de fagoterapia alrededor del mundo. Seguro que sus resultados nos brindarĆ”n lecciones importantes.
El perfil de seguridad de los bacteriófagos es positivo. No hay evidencia de reacciones alérgicas, como puede suceder con los antibióticos. Sin embargo, debemos conocer mÔs a fondo sus interacciones con células humanas, y con las bacterias que infectan.
Desde el punto de vista prĆ”ctico, es necesario establecer las dosis y vĆas de administración óptimas. Vale la pena intentar descubrir las combinaciones mĆ”s favorables con antibióticos. Finalmente, debemos construir el marco legal necesario para la regulación de su uso.
Esta es una historia en desarrollo. Y mientras seguimos explorando este apasionante campo, espero que recordemos que no todos los virus son malos. Los bacteriófagos pueden salvar vidas.
Autor: Fernando Gordillo-Altamirano.
Medical Doctor, PhD Student, School of Biological Sciences, Monash University. Este artĆculoĀ se vuelve a publicar de The Conversation,Ā bajo una licencia Creative Commons.
ME PEGUNTO COMO SE PUEDE EVITAR QUE ATAQUE LA MICROBIOTA DEL INTESTINO.